miércoles, 27 de abril de 2011

La más puta de todas


No recuerdo cuando fue la primera vez que pronuncie su nombre, ni tan siquiera puedo estar seguro ahora de comprender el significado real que se esconde tras las ocho letras que lo conforman, porque se trata sin duda de la palabra más prostituida de todas, y pese a que no representa a ningún objeto o pertenencia, sino todo lo contrario, desde muy pequeños aprendemos a escupirla constantemente convirtiéndose en una fuente permanente de conflictos entre nuestro yo real y nuestro yo posible.
Nacemos y morimos condicionados, unos en mayor medida que otros, pero condicionados, sin muchas alternativas para dirigir nuestros pasos hacia un camino propio y verdaderamente digno de nuestra condición, condición condicionada por tanto, pues somos un animal demasiado débil como para sobrevivir sin el manual de instrucciones de la correcta educación.
Predeterminados a estar dentro o fuera del sistema, sin opciones reales, creemos que somos dueños de nuestro propio destino, nada más lejos de la realidad, debido a que nos produce un miedo tan grande el no ser socialmente aceptados que agachamos la cabeza para ver solamente los pasos del que camina delante, y lo seguimos sin mirar hacia atrás o a los lados, en una ridícula fila india que recuerda a un rebaño de ovejas camino del matadero.
Las decisiones más transcendentales se empiezan a tomar en la adolescencia, entonces hay que decidir la marca de cigarrillos que más te gusta, si vas a ir a la universidad o el lugar de tu cuerpo en el que te harás tu primer tatuaje. Felices y aislados de cualquier realidad, no somos conscientes de que en esos días se está moldeando la personalidad que tendremos que arrastrar con nosotros el resto de nuestra vida, en cualquier caso apenas tenemos tiempo para pensar en nada, hay que descubrir cuanto antes el sexo, el alcohol y las drogas, el orden no es lo importante, y hasta se puede hacer a la vez, y esto contribuye aún más a aletargar cualquier intento de pensar por uno mismo.
Llegados a este punto, es cuando empezamos a tomar conciencia de lo que somos, mejor dicho, de lo que los demás quieren que seamos, pues la concepción que tenemos de nosotros mismos es el resultado de restar lo que no aceptamos y sumar lo que nos agrada elevado a la enésima potencia.
Poco a poco vamos haciéndonos a la falsa idea de que seremos libres en cuanto abandonemos la prisión que tan dignamente construyeron nuestros padres, y en otro acto característico de nuestra tremenda estupidez, asociamos esa idea con el dinero y la necesidad de tenerlo en la mayor cantidad posible, en una relación de proporcionalidad directa que nos aboca sin remedio a formarnos intelectualmente para que el trabajo deforme el resto de nuestra existencia, dignifique nuestra impersonalidad y nos permita formar una familia, comprar nuestra propia prisión, tener un perro que nos obedezca ciegamente y plantar un árbol en el que poder ahorcarnos si algún día estamos lo suficientemente lucidos como para darnos cuenta de que somos esclavos de nuestras absurdas necesidades.
Desaprendiendo a golpe de memoria todo el conocimiento innato que nos ha sido transferido a lo largo de la evolución, rompemos toda conexión con nuestra propia naturaleza, con nuestra verdadera madre tierra, estrechando aún más nuestro pobre campo de visión para convertirnos en piezas prácticas y eficientes de la maquinaria, inútiles e inservibles en un contexto diferente puesto que no sabemos hacer ninguna otra cosa, lo que nos obliga a depender unos de otros de manera constante, ya que solo disponemos del dinero para hacer realidad lo que deseamos.
Presuntamente felices, y sonrientes hasta la imbecilidad, vivimos lo que nos queda víctimas del triste autoengaño complaciente y de la repetición perpetua de los errores heredados, sin capacidad de reflexión ni crítica, hasta el día que todo termine. Los menos afortunados son los que en esos últimos instantes comprenden por fin que la libertad es la más puta de todas las palabras y que tras ella se esconden otras muchas que son su antítesis.

1 comentario:

  1. Propones un texto complicado de comentar pero me atrevo ... depende únicamente de la percepción de uno mismo hacia ella ... es decir, ¿cuanto de libre deseas ser? y ¿cuánto lo eres? ¿Cómo percibes tu la realidad para graduar algo tan inconmesurable? ... Pienso que cada uno en su triste mollera establece y se cree su propia posición dentro de su rango inventado y disfruta de ella (aunque todo sea mentira). Somos cada uno de nosotros los que establecemos nuestros baremos personales y el grado en el que los cumplimos. Así engañamos a nuestro coco haciendole creer que somos los putos triunfadores del mundo.

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